miércoles, abril 26, 2017

Ser Venezolano a 5 mil kilómetros de Caracas

Mi reloj señala las 4:21 pm, entro al automercado que está cerca de mi casa. Saludo a las cajeras picando un ojo y una sonrisa, ellas responden con amabilidad. Ya nos conocemos, y esa simple sonrisa de retorno en el saludo me cae bien. Desde un tiempo acá, aprecio mucho esas pequeñas "señales de paz". Puede parecer una tontería, pero para mi es gratificante es poder caminar por la noche, o sentarme a tomar una foto. No me hagas caso, los años me han puesto romántico.

Sigo en el supermercado, hablo con el señor de las frutas, apenas responde a mi pregunta,  y me interviene con una afirmación: "Eres venezolano..", le confirmo con una subida de cejas, me dispara una sonrisa e inicia un monólogo de Venezuela, de Caracas, de sus calles, que su familia vivió allí como tantos Canarios que emigraron en la década de los 50 y 60. Me habla de las cachapas, de la Guaira y de un juego de Caracas-Magallanes . Me trata con cercanía, con amabilidad, pero hay un dejo de tristeza cuando describe la Venezuela que aparece en la Televisión de hoy.

Es imposible ser venezolano en el extranjero y pasar desapercibido. Pareciera que tuviéramos un letrero en el pecho que la gente lee e identifica velozmente, al menos esa es mi percepción en esta parte del Planeta. Nos reconocen por nuestra alegría, por la forma de saludar. Todos creen conocer el país, todos opinan y se acercan con gentileza y cierto dolor en el saludo. Nos admiran por nuestra preparación y por nuestra alegría de vivir. Nadie es indiferente al tema de Venezuela (insisto, en estas latitudes). A veces, me recuerda esa aproximación de las personas a los dolientes en un velorio, es una mezcla de respeto, solidaridad y lástima. Sí, dije lástima...

Y me sigo consiguiendo coterráneos a diario, buscando la vida en nuevos trabajos, dejando historias de trayectorías profesionales y sueños de carreras que el mundo de los papeles y burocracia ha sepultado. Cada uno cuenta una historia personal donde hay separación y duelo, porque nadie ha cruzado el Atlántico por gusto, ni por moda. Nadie deja a su familia por placer...ni a su país sin dolor. Cada quien conoce su propia leyenda y construye su propia historia...No juzgues lo que no conoces, porque no conoces nada.